Ingredientes:
Cebada
Agua
lúpulo
levadura de cerveza (saccharomyces cerevisiae) es fácil encontrar la levadura de cerveza pero asegúrate de que consigues una levadura viva, capaz de reproducirse. Existe una fórmula para conseguir levadura viva y es rescatándola de una cerveza que se haya fabricado sin haberla pasado por el proceso de pasteurización por medio del cual se matan los microorganismos, es decir, necesitarás una cerveza casera pero en su defecto puedes comprar la levadura aquí.
Paso 1:
Maltear la cebada en una olla grande, germinando mínimamente los granos en agua después de molerlos. Logrado eso, se mezcla la cebada (ahora sí, malteada) con agua caliente, formando una papilla que debe mantenerse en el fuego por dos horas, a 65°C. Una vez retirada el agua, queda el mosto, un líquido denso y dulce.

El mosto debe hervirse a borbotones durante una hora y media. Mientras tanto, se le va agregando, por partes, el lúpulo, ingrediente que aromatiza y da el amargor deseado a la cerveza. De este proceso también resulta la esterilización del producto, que evita que el líquido se llene de bacterias e indeseables, pero no de residuos. Por eso, finalizado el hervor, debe revolverse con fuerza para facilitar que esos residuos vayan a parar al fondo de la olla. Y allí se quedarán: nuestra cerveza será transparente o no será nada.
De aquí en adelante, no hay que olvidar algo primordial: el líquido debe ser tratado sólo con elementos y recipientes desinfectados: no dejará buen sabor el encuentro con bacterias non gratas. Por eso, y como hay que enfriarlo sí o sí (rápido, además, que el producto debe ir de los 100 a los 20°C en el menor tiempo posible), usaremos el método de serpentina, que consiste en pasar la cerveza por el interior de un caño de cobre enrollado, enfriado con hielo. Luego se incorpora la levadura, que debe estar hidratada desde el día anterior.
La mezcla de mosto, lúpulo y levadura va a un recipiente para la fermentación. Esta última convierte los azúcares del mosto en alcohol y gas. Como no querríamos llamar la atención del vecino (que es lo que normalmente logran las explosiones), el recipiente se tapa con un globo pinchado. Así sale aire, pero no entra.
Al líquido le bastará una semana en un lugar fresco y oscuro para bajar su densidad y, una vez destapado, alumbrar la vista con su color verde y espumoso. Luego será pasado a otro fermentador (o al mismo, lavado y desinfectado como corresponde), que deberá ir al frío por otra semana.
Al cabo de esos siete días, nuestra cerveza estará lista para su embotellado. Completará su maduración una vez encerrada en los queridos recipientes color ámbar. Le alcanza con 15 días de reposo en la heladera para lograrlo. Pero ya que esperaste tanto, bancala 30 días más: nos lo vas a agradecer. ¡Salud!