No se entendía el concepto emocional de los preparados espagíricos porque, visto desde una perspectiva científica, tenía poco sentido, al menos que algunas de las partículas del preparado tuviera efecto concreto sobre una parte del cerebro que afectara a una emoción. Por eso hay una desconexión entre el farmacéutico y el espagírico.

Y es que la espagiria fue interrumpida por una guerra entre lo espiritual y lo centífico. En Nuestra historia occidental lo espiritual quiso imponerse a lo científico y aplacó las voluntades con violencia. Después lo científico triunfó y desplazó con fuerza lo espiritual pero la espagiria era una visión que unía a los dos bandos. Por eso nuestros farmacéuticos de hoy, educados en una guerra entre dos bandos que nunca debieron enfrentarse, rechaza el lado mágico de los preparados espagíricos poniendo en duda su eficacia apoyado por la lógica de la ciencia. Y es lógica su duda si no se conoce la lógica espagírica.

Los alquimistas de la época, consideraban al mundo en dos estados posibles: o diluidos o coagulados (et solve et coagula). La dualidad alquímica es muy similar a la dualidad en la medicina china y además es necesaria porque no se puede entender el frío sin compararlo con lo caliente, ni lo negro sin lo blanco, ni lo agradable sin lo desagradable. Todo en este mundo participa de esa dualidad. El espagírico recoge un vegetal en un estado líquido o coagulado, separa sus partes nobles (sulphur, mercurio y sal), retira de ellos lo grosero y vuelve a unir las partes una vez que queda en ellas todas la esencia, el espíritu y el alma de la planta.

Al igual que el vegetal, el ser humano se encuentra en uno de esos estados, o creciendo, o degradándose, o alineado con su ser, con lo que es y con lo que ama, o completamente desalineado y perdido. Y ahí es donde el preparado alquímico actúa en el estado desalineado del ser humano, sirviéndole de espejo espiritual cuando entra en contacto con su organismo al ser ingerido.

 

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